La crisis ética y sus derivaciones económica y social, porque aquella es el origen, no lo dudemos, se han concretado en el Estado español de múltiples formas, alguna de ellas ciertamente dramática, como el índice de paro. Pero hay otras manifestaciones intangibles, no mensurables numéricamente, pero igual de ciertas, tan injustas y socialmente más peligrosas que aquellas. Una de ellas es el miedo. La ciudadanía española tiene miedo. Las familias tienen miedo. Y a nadie parece importarle. Recientemente, recibimos la visita de una delegación del Fondo Monetario Internacional. Su portavoz, James Daniel, afirmó que era necesario abaratar más el despido y rebajar los sueldos. Miedo. El Gobierno español ha dado a conocer las conclusiones del “Comité de Expertos” sobre las pensiones: hay que apostar por las “capitalizaciones privadas”, es decir, los planes de pensiones, porque las pensiones futuras serán de mucha menor cuantía que las actuales. Más miedo.

Sin entrar a preguntar qué cobra el señor Daniel o qué tipo de contrato tiene, ni a valorar las sospechas de determinados intereses para que el sistema de pensiones público se convierta en privado, lo cierto es que ambas afirmaciones, la rebaja de los sueldos y de las pensiones, no hacen más que aumentar el miedo en nuestra sociedad. Y hay razones para tenerlo. ¿Sabe el señor Daniel y el FMI que el salario mínimo en España son 645 euros mensuales (un 0,6% mayor que en 2012) cuando en Francia son 1.430 o en Bélgica 1.502, tan europeos como nosotros? ¿Nadie le ha recordado que el salario medio en España, según el INE, es de 21.500 euros brutos anuales, por los 41.000 de los alemanes, y que, según la Agencia Tributaria, este ha disminuido un 11% entre el 2007 y el 2011? Es decir: aquel o aquella que, felizmente, tiene trabajo (en un contexto de un 25% de paro) cobra menos cada año, en términos absolutos… y relativos. Aumentos de impuestos, directos (como el IBI de los ayuntamientos, obligados por ley por el propio estado) o indirectos como el IVA (calificado como “sablazo de mal gobernante” por Rajoy tras la subida de Zapatero); un IPC (el coste de las cosas) del 2,4% en 2012; o el pago por servicios considerados hasta hace muy poco como públicos e intocables (sanidad, educación,…)… ¡Claro que la gente tiene miedo!

Con los actuales sueldos, el 20% de las familias no llega a final de mes y el 60% no podrían afrontar un gasto imprevisto. Con una nueva rebaja, ¿qué porcentajes alcanzaríamos? Las esperanzas de encontrar trabajo son cada vez más escasas, los que lo tienen han visto recortados sus derechos, los pensionistas mantienen a sus familias con pensiones que no se han revalorizado conforme al IPC perdiendo, por tanto, poder adquisitivo… Los estudiantes pierden sus becas porque un ministro valorado por la ciudadanía con un 1,76 sobre 10, pide un 6,5 de nota para acceder a ellas… y unos umbrales económicos de pseudomiseria. El 21% de la población española se encuentra en el umbral de la pobreza (la infantil ha aumentado un 30% en los últimos diez años y muchos niños y niñas solo reciben una alimentación adecuada en los comedores escolares, a los que se les aplica el 21% del IVA en contra de las recomendaciones europeas).

Miedo. Miedo a no encontrar trabajo, miedo a no poder alimentar o educar a sus hijos, miedo a perder sus casas, mientras la banca que les embarga recibe ayudas millonarias de sus propios impuestos y jubilan a sus directivos con cantidades indecentes o los defraudadores se benefician de asombrosas amnistías fiscales. Miedo por el presente y por el futuro. En estas condiciones o en las que se insinúan, ¿quién es capaz de contratar planes de pensiones privados? ¿Con qué dinero? ¿De qué estamos hablando? ¿Quién asegura nada cuando centenares de miles de ahorradores, preferentemente jubilados, han visto como se les robaba su dinero con la pasividad o complicidad de los gobiernos de turno?

Sé que habrá quien me acuse de alarmista. Son los oteadores de brotes verdes, los videntes de luces al final del túnel. Aquellos que esconden la realidad, niegan la evidencia o, quizás, sencillamente, no la sufren. Esos que, cierto, no tienen ningún miedo porque, como decía Esopo, “es fácil ser valiente desde lejos”.

(Article publicat a l’edició valenciana del diari El País)